jueves, 29 de septiembre de 2016

El alimento de la mente enferma; Los pensamientos irracionales.

Es increible cuanto me enseñan mis compañeros de OA. Me enseñan sin la mas minima intensión de enseñarme nada. Se convierten en mis espejos. Creo que no saben la sabiduria que tienen despues de tantos años de sufrir.

Hablando con una compañera que lo está pasando muy mal, me di cuenta que ella queria hacer las cosas YA. Solucinar sus atracones YA, perder peso YA, tiene miedo a engordar, no se quiere, no se respeta a si mismo, y por su puesto no acepta el proceso en el que está inmersa. 

¿Entonces llevamos toda una vida de atracones y dietas pero queremos YA recuperarnos sin pasar el DUELO, EL PROCESO. ¡ Las prisas son del EGO!

Decimos MAÑANA empiezo la dieta, Mañana comenzaré mi abstinencia, Mañana cuando este delgado/a me amare, entonces me respetare. Pero hoy me voy a ODIAR A MUERTE.

Buscamos la SERENIDAD angustiosomente, Buscamos la abstienencia compulsivamente, Buscamos vivir el respetarnos y amarnos cuando mejor estamos y nos odiamos y exigimos cuando peor nos sentimos.¿Tiene algún sentido todo eso?

Decimos que nos reconocernos como enfermos, pero sentimos culpa despues de un atracon. Aceptamos que eramos impotentes ante la comida pero a la de cambio jugamos a ser “comedor normales” y empezamos a dar “bocados compulsivos”¡ Es obvio que no hemos comprendido el primer paso!


Luego queremos recuperarnos para los demas; Los hijos o la pareja, y dejamos en ultima posicion al que nunca nos abandonará;NOSOTROS MISMOS. Nos llega a parecer EGOISTA la simple idea que lo primero en nuestra vida sea la recuperacion, pero luego ¿Nos sentimos DESOLADAMENTE GENEROSOS cuando engordamos 30 kilos y solo queremos escondernos o morirnos?

Yo he vivido todas estas "rarezas" del comedor compulsivo. Algunas superadas, otras no. Pero vosotros me las recordais sin saberlo dia a dia, para que no se me olvide, que la parte enferma de mi mente vive; de las prisas y las huidas, de los automatismos, de parecerle logico e incluso ser mas buena persona el querer a todos antes que a mi, de que el quererse a uno mismo completamente "solo" sea para cuando estas bien, de la autodestruccion primero antes que respetar tus procesos y aceptarte incondicionalmente, de la pena, y la intolerancia del solo pensar en no comer jamas ningun alimento compulsivo el resto de tu vida, aunque estos solo representen un minimo porcentaje de todos los alimentos que SI podras seguir comiendo y disfrutando para ser feliz. 








sábado, 17 de septiembre de 2016

La ruleta rusa de la comida compulsiva.

Cuando me comprometí con mi abstinencia “en serio” después de venir de la convención nacional de comedores compulsivos de Zaragoza, decidí no comer nada de compulsivos. Nada es Nada. Al menos por el momento.

No solo eso, también decidí apartarme de todo aquello que pudiera poner en riesgo, aunque fuera poco, la abstinencia del comer compulsivamente.

Entonces tomé la decisión de no pisar un supermercado hasta que me sienta “muy seguro” de mí mismo ¡Y Realice la compra por internet!

Yo era de ir cada semana 2 o 3 veces al supermercado, con la excusa de comprar la comida de la semana, pero muchas, el pretexto eran unas simples maquinillas de afeitar desechables. Pero como se cómo entro al supermercado pero no sé con qué alimentos voy a salir, tuve que usar la inteligencia que la naturaleza me dio para evitar ese tipo de comportamientos compulsivos que me llevan a los atracones y con ello a destrozarme la vida “literalmente”.

Hoy se, y doy gracias a OA y a su convención nacional de Zaragoza, por habérmelo terminado de enseñar; la comida compulsiva es para el comedor compulsivo UNA DROGRA. Los alimentos nos estimulan tanto a nivel neurológico como la heroína o el alcohol, exactamente igual.

Yo he bebido muchísimo alcohol en mi vida y para mí el alcohol no es una droga, porque no me llama la atención, de hecho me acabo de dar cuenta que hay botellas de alcohol en un armario que tengo en frente. Como a mí, a  muchas personas del mundo, habiendo bebido muchísimo en algunas etapas de su vida, no son, ni han sido alcohólicas.

Con los alimentos compulsivos pasa lo mismo, he visto personas no comedoras compulsivas, comer muchísimo e incluso engordar, pero en un momento u otro, se les quita el interés por la comida, y vuelven a su peso o no, sin inmutarse. Yo no, los alimentos compulsivos me obsesionan y siempre fue así, cuando hago dieta me obsesiona el comer algún alimento que me compulse y dejar la dieta o el seguir bajando de peso y cuando la termino, con el tiempo vuelvo a obsesionarme comiendo compulsivamente hasta recuperar lo perdido.

¿Es la comida entonces una droga? NO y Sí.  Para mí, lo es. Pero sé que para la mayoría no. Con el alcohol igual, para mí no es una droga y para la mayoría tampoco, pero sé que existe una minoría que se obsesionan con el alcohol.

Por tanto, si para mi ciertos alimentos son un droga, que por lo tanto, se cuándo la tomo pero pierdo el control y no sé cuándo dejare de tomarla, Si como un solo bocado de un alimento así, me estoy poniendo en riesgo, por un bocado de placer ¿Tiene sentido esto? ¿Merece la pena?
Y es cierto, tal vez coma ese trozo de pastel en un cumpleaños por ser educado, por no desentonar, por no saber decir que no, y no pase nada. Y el resto de días sigas con una vida abstinente de paz y salud, pero tal vez no, tal vez sea el comienzo de una recaída y nadie sabe cuándo volverás a tu abstinencia ¡La persona que te ofreció el pastel tampoco dejara su vida para ayudarte a volver a alcanzar la paz!

Nadie lo sabe, es como el juego de la ruleta rusa; seis posibilidades y una sola bala. ¿Tiene sentido ponerse un revolver en la cabeza y disparar solo porque tengas 5 posibilidades de seguir viviendo y sola una de morir?  Para mí, NINGUNO.


miércoles, 14 de septiembre de 2016

Enamorado de OA

A tres días hoy de la convención de Zaragoza aún puedo saborear lo tanto que viví allí; grandes emociones, profundos aprendizajes y todo rodeado por un halo de magia y espiritualidad.

He venido con muchos compañeros con los que seguir hablando por teléfono, con la mochila cargada de amor; a mí mismo, a los compañeros y a OA como un todo, como nunca antes había sentido por nada ¡Un amor limpio y sano!

Voy a por mí sexto día de abstinencia, abstinencia que voy logrando con mucho celo, como si fuera un bebe que va creciendo, que nadie ni nada le pueda hacer daño. Usando todos los recursos con los que cuento. Como no estoy seguro de mí a día de hoy y entrar al súper me daba pavor porque sé que entro con las manos vacías pero no con que alimentos voy a salir, hice ayer la compra por internet desde casa para no tener ni un desliz.

Me apetece muchísimo entrar en una abstinencia larga. Es lo que me mas deseo. Una abstinencia duradera que me traiga paz y amor por mí mismo, y desde ahí poder compartir con los demás.  
Siento mucho miedo de que en cualquier momento se me gire la tuerca y vuelva a desear fuertemente comer comida compulsiva, pierda la paz y caiga.

Para que ello no ocurra estoy tratando de tomar todas las herramientas que OA me ofrece a mi alcance. Y le pido a menudo a mi Poder Superior de su magia para que me ayude en los momentos más críticos de mi camino hacia la Abstinencia estable.

Ha sido de los mejores fines de semana de mi vida. He podido sentir allí la segunda promesa de OA: Vamos a conocer una libertad y una felicidad nuevas ¡Y así ha sido!

Por ello le doy gracias a mi PS por verme facilitado los caminos para poder llegar allí, y poder vivirla, pues sé que soy un privilegiado, y siento que la aproveché al máximo de lo que pude.
Me sentí aceptado y valorado al 100% tal y como soy ahora, me sentí comprendido, abrazado y querido, me sentí uno con todos y todos conmigo, vi como el programa funciona cuando se trabaja cada día con alegría, sentí la magia del PS rodeando con sus brazos la convención. Sentí que así debería de ser una sociedad Sana y no lo que te encuentras cuando sales a la calle.


¡Gracias, gracias y gracias!

viernes, 9 de septiembre de 2016

La vida sin comer no tiene brillo

“Es que la vida sin alcohol, sin ir a los bares, no tiene sentido, es aburrida”- Dijo una vez mi padre alcohólico. Entonces, hace ahora muchos años, me dio pena de oír esas palabras que solo un alcohólico podía decir.

Hace unos días, intenté imaginar mi vida sin probar cualquiera de esos alimentos que tanto me gustan ¡Y tuve la misma sensación!

¡Qué vida tan triste, sin sentido, tan aburrida sin poder comer esos ricos alimentos que tanto me gustan y que me hacen perder hasta la noción del tiempo!

Todas estas palabras y su concepto se me comprimen a diario en una misma sensación interior; la sensación de vacuidad.

A lo mejor estoy llegando a casa, ha sido un día normal y de repente me empieza a parecer triste, sin sentido, el simple hecho de ir casa y estar allí hasta que me entre sueño y me duerma. Es incluso más intensa si sé que estaré solo. Intento convencerme de que puedo hacer cosas como leer, ver una película o hablar con alguien, pero en ese momento, esas actividades siento que no me interesan, parece que lo único que puede “alegrarme el día” o “darle un poco de sentido” es el ir a comprar lo que más me guste del supermercado e ir a casa a comérmelo.

Ayer dando un paseo después de un atracón, mientras deambulaba por largas calles para despejarme, me di cuenta que me pasa lo mismo que a mi padre; ambos compartimos la misma sensación, somos incapaces de encontrarle un  “sentido” a la vida lejos de nuestra adicción ¡Que triste!

Es como si necesitara tener proyectos, cosas que hacer interesantes y nuevas cada momento y como eso no es posible cada día, ni cada momento, como es obvio, me proyecto al futuro inmediato y veo como un grave problema, como un vacío vital, al que he de comer para escapar de él.

¡El placer inmediato, predecible y sin sorpresas que me evade de esa sensación!

Solo puedo pedirle desde aquí a mi Poder Superior me libere de lo triste que es refugiarse en la comida en lugar de encontrarle el sentido a la vida y agradecer lo que me ofrece y poder devolver otro tanto al mundo.

martes, 6 de septiembre de 2016

Siempre la misma pregunta ¿Me comes?

Cinco helados conos de vainilla y chocolate, 6 bollicaos y una bolsa de cacahuetes a la sal, ¡Ese fue mi almuerzo de ayer!

Otra vez cometo el error de no desayunar, tenía un viaje de dos horas y medio en coche, era la vuelta del fin de semana, la vuelta a la rutina laboral, dejar a mi pareja a 250 kilómetros…

En casa lo tenía todo congelado y la verdad fui a lo fácil, al súper a ver si veía algo para comer rápido, aunque esa era la excusa, ¡Esta claro que se cómo entro en el supermercado pero nunca sé con qué alimentos voy a salir!

¡No me sentí culpable! Sé que soy un adicto. Sé que comer es fácil. Y sé que tengo que comer cada día varias veces. Pero siempre tengo la sensación que lo podría haber evitado si por ejemplo en este caso hubiera desayunado, aunque no estoy seguro al 100 por 100.

Explicado todo esto, comienza lo interesante.
En el trabajo estuve a punto de sacar de la maquina algún dulce, pero los miraba y joder, ¡Son basura barata! Pensé yo. Y no compre nada.

Al salir del trabajo, me pase por el supermercado otra vez, pero paso algo raro, diferente. Estuve a punto de llevarme uno o varios dulces, pero desperté en el último minuto; lo mire y me dije: ¡Tienes que superar esta mierda! ¡Tienes que hacerlo aquí, y ahora! O tendrás que hacerlo en otro supermercado, en otro lugar, en otra despensa, en otro restaurante, pero este tipo de comida siempre va a estar aquí, tentándote día a día, cada vez que lo mires, con tan solo pensar en ella.

Así que solté todo menos los plátanos que me llevo al trabajo para merendar y me fui a casa.
Hacía calor, me tome un cerveza y me acosté sin cenar, porque para mí la cena es la última comida y por ello la que tengo más probabilidades de atracones. Me cuesta mucho cerrar episodios en mi vida, las despedidas, cortar con algo o alguien y hacer la última comida también, sabiendo que no voy a comer nada en hasta el día siguiente.

Esta vez, se me encendió un piloto y pude dejar que el último alimento del día lo comiera a las 14:00 de la tarde. Esta vez pude comprender en un radio más grande que la comida compulsiva va estar siempre ahí, en ese estante bien presentada, en ese plato de restaurante, o en un rinconcito del mueble de la cocina, y que en algún momento, hay que ponerse en frente y decir, ¡Gracias, pero ya no te necesito, ahora deseo caminar sin ti!


Que soy yo mismo el que tiene que cambiar de respuesta, el viejo Si por el nuevo NO. Porque la comida compulsiva siempre lanzará la misma pregunta ¿Me comes? Siempre será la misma, a veces te la susurrara y otras te la gritara, pero la pregunta será siempre la misma. 


sábado, 3 de septiembre de 2016

¡Nunca estoy a salvo!

Arranco mi vehículo para ir dirección a casa. Son las 23.20 horas. He estado todo el día abstinente pero llevo muchas horas sin comer, pues no he podido. Mientras me movilizo la situación me comienza a tentar, esta vez “me sugiere” que como tengo que cambiar dinero, por motivos que no comentare por su extensión, que compre un helado al lado de casa para cambiar. Entonces me digo, como sé que estoy en “mis horas de mayor peligro de compulsión”, que mejor no pare, ¡Ya cambiaré mañana por la mañana más sereno!

Lo consigo. Y llego a casa. No me apetece cocinar nada y no tengo nada rápido que hacerme.
Como algo, pero se ve que no es suficiente y los niveles de compulsión se empiezan a disparar.
Me ronda por la cabeza hasta llamar por teléfono comida a domicilio o bajar yo mismo. Gracias que es ya la 01.00 horas de noche y es tarde. Eso ayuda mucho.

Al final acabo comiendo comida incoherente entre ella como puede ser; unas croquetas de setas, un pedazo de queso chédar y una vaso de leche vegetal con cacao natural.
Estaba contento por haber logrado no parar e ir a casa directo. Eso es un logro, está claro.  Pero no pude no perder la compostura y ser poseído por la ansiedad del comer compulsivamente. Entonces siento:

¡Nunca se está verdaderamente a salvo!

Joder he tenido episodios de ansiedad con la comida incluso después de practicar meditación, o hacer cosas que realmente me gustan. A la mente le da igual; el lugar, la gente o lo que hagas, puede dispararse en cualquier momento y activar el modo compulsivo ON.

¡No puedo esperar que no me pase más, solo esperar al próximo episodio!

He de prepararme para él, he de seguir trabajando. Tal vez si hubiera comido algo antes de volver a casa, tal vez si hubiera llamado a alguien cuando llegue y estaba solo, esto no hubiera ocurrido.
Joder por las mañanas pienso: ¡Aquí te espero ansiedad compulsiva, esta vez no podrás conmigo! ¡Y luego viene y siempre me supera!


¡Quiero atravesarte ansiedad! Quiero que llegue ese momento, donde mirarnos de igual a igual ¡Lo deseo!


viernes, 2 de septiembre de 2016

La irrealidad de la falsa hambre.

Si no fuera porque sé que todo esto de respirar no es más que un sueño, me sorprendería mucho más saber que cuando de repente en mi mente, empiezan a aparecer todas esas ideas en masa sobre el comer urgente; es sencillamente un engaño, una ilusión; HAMBRE IRREAL.

Cuando me despierto después de 9 horas durmiendo; me tomo un café con alguna fruta. No tengo hambre, ¡Y eso que llevo 12 horas con el estómago vacío!

Entiendo que sienta hambre cuando pasan 3,4 o 5 horas sin comer, pero tanta como para querer atracar un supermercado con alimentos calóricos en exceso, ¡No, no me lo puedo creer!

Entonces estoy comiendo en casa de la familia y voy comiendo patatas fritas de una bolsa que me reta a no parar o, voy en moto a casa después del trabajo y la situación me reta a entrar en un supermercado a comprar alimentos compulsivos, y mientras soy tentado pienso; NO ES HAMBRE REAL.

Saber que lo que te está ocurriendo no es real, tiende en un principio a descolocarte, pero una vez aceptado, pues mirar lo que te ocurre desde esa perspectiva y es algo que a mi me ayuda mucho.

Todo esto me recuerda mucho a la parábola de la biblia donde Jesús es tentado por el diablo:

 “…Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.
Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios…”



Por supuesto todo es simbólico:

El desierto simboliza la nada; el vacío, la soledad, esos momentos en tu vida donde de repente todo pierde su sentido, su significado, donde te cuesta ver más allá. Donde no existe la seguridad, donde no sabes que va a pasar, etc.

Al mismo tiempo, el desierto simboliza ese espacio inevitable donde poder mirar a los ojos a nuestros miedos y atravesarlos. Pues sentir hambre, soledad, frio, cansancio, celos o envidia  es inevitable e inherente a la naturaleza del ser humano.

El diablo simboliza la tentación de la mentira, de lo irreal; La solución rápida que no soluciona nada, y además empeora o alarga la situación. La tentación con placeres y/o distracciones  evitando que te enfrentes a tus miedos y no puedas crecer y superarlos.

Mis desiertos duran horas pero como son tan intensos pueden parecer que no acabaran nunca, están hechos de soledad, vacío, carencia de significado de ese momento e inutilidad, desde esos momentos críticos, veo las siguientes horas absurdas, con pena porque se acabe ese día sin haber pasado nada especial.

Entonces me siento tentado fuertemente a comer alimentos que me dan placer y ver alguna película que me distraiga, para evadirme y así huir de esos momentos.

Sé que es efectivo por una parte, porque cuando ya he terminado de comer durante dos horas, solo tengo sueño y ganas de dormir, y ya no siento esas sensaciones que sentiría antes de comer. Termino el día anestesiado, pero sé que estoy abierto en canal y que las tripas siguen estando fuera.

Al día siguiente me siento más inseguro, débil, más vulnerable,  porque sé que la comida es una huida de la realidad y no la solución, y que es cuestión de tiempo que aparezca otra situación donde vuelva a ser tentando a comer, y se convertirá en un círculo vicioso del que cuesta muchísimo salir.

El universo me muestra pues en determinadas situaciones, mis miedos y me da la posibilidad de afrontarlos, comprenderlos y abrazarlos.

Yo elijo entonces si afrontarlos o huirlos, pero ellos van a seguir ahí hasta que no los atraviese.