Arranco mi vehículo para ir dirección a casa. Son las 23.20
horas. He estado todo el día abstinente pero llevo muchas horas sin comer, pues
no he podido. Mientras me movilizo la situación me comienza a tentar, esta vez “me
sugiere” que como tengo que cambiar dinero, por motivos que no comentare por su
extensión, que compre un helado al lado de casa para cambiar. Entonces me digo,
como sé que estoy en “mis horas de mayor peligro de compulsión”, que mejor no
pare, ¡Ya cambiaré mañana por la mañana más sereno!
Lo consigo. Y llego a casa. No me apetece cocinar nada y no
tengo nada rápido que hacerme.
Como algo, pero se ve que no es suficiente y los niveles de compulsión
se empiezan a disparar.
Me ronda por la cabeza hasta llamar por teléfono comida a
domicilio o bajar yo mismo. Gracias que es ya la 01.00 horas de noche y es
tarde. Eso ayuda mucho.
Al final acabo comiendo comida incoherente entre ella como
puede ser; unas croquetas de setas, un pedazo de queso chédar y una vaso de
leche vegetal con cacao natural.
Estaba contento por haber logrado no parar e ir a casa
directo. Eso es un logro, está claro. Pero no pude no perder la compostura y ser poseído
por la ansiedad del comer compulsivamente. Entonces siento:
¡Nunca se está verdaderamente a salvo!
Joder he tenido episodios de ansiedad con la comida incluso después
de practicar meditación, o hacer cosas que realmente me gustan. A la mente le
da igual; el lugar, la gente o lo que hagas, puede dispararse en cualquier
momento y activar el modo compulsivo ON.
¡No puedo esperar que no me pase más, solo esperar al próximo
episodio!
He de prepararme para él, he de seguir trabajando. Tal vez
si hubiera comido algo antes de volver a casa, tal vez si hubiera llamado a
alguien cuando llegue y estaba solo, esto no hubiera ocurrido.
Joder por las mañanas pienso: ¡Aquí te espero ansiedad
compulsiva, esta vez no podrás conmigo! ¡Y luego viene y siempre me supera!
¡Quiero atravesarte ansiedad! Quiero que llegue ese momento,
donde mirarnos de igual a igual ¡Lo deseo!
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