“Es que la vida sin alcohol, sin ir a los bares, no tiene
sentido, es aburrida”- Dijo una vez mi padre alcohólico. Entonces, hace ahora muchos
años, me dio pena de oír esas palabras que solo un alcohólico podía decir.
Hace unos días, intenté imaginar mi vida sin probar
cualquiera de esos alimentos que tanto me gustan ¡Y tuve la misma sensación!
¡Qué vida tan triste, sin sentido, tan aburrida sin poder
comer esos ricos alimentos que tanto me gustan y que me hacen perder hasta la noción
del tiempo!
Todas estas palabras y su concepto se me comprimen a diario
en una misma sensación interior; la sensación de vacuidad.
A lo mejor estoy llegando a casa, ha sido un día normal y de
repente me empieza a parecer triste, sin sentido, el simple hecho de ir casa y
estar allí hasta que me entre sueño y me duerma. Es incluso más intensa si sé
que estaré solo. Intento convencerme de que puedo hacer cosas como leer, ver
una película o hablar con alguien, pero en ese momento, esas actividades siento
que no me interesan, parece que lo único que puede “alegrarme el día” o “darle
un poco de sentido” es el ir a comprar lo que más me guste del supermercado e
ir a casa a comérmelo.
Ayer dando un paseo después de un atracón, mientras deambulaba
por largas calles para despejarme, me di cuenta que me pasa lo mismo que a mi
padre; ambos compartimos la misma sensación, somos incapaces de encontrarle un “sentido” a la vida lejos de nuestra adicción
¡Que triste!
Es como si necesitara tener proyectos, cosas que hacer
interesantes y nuevas cada momento y como eso no es posible cada día, ni cada
momento, como es obvio, me proyecto al futuro inmediato y veo como un grave
problema, como un vacío vital, al que he de comer para escapar de él.
¡El placer inmediato,
predecible y sin sorpresas que me evade de esa sensación!
No hay comentarios:
Publicar un comentario