sábado, 23 de julio de 2016

De esos lodos, estos barros.

El otro día charlando con una compañera de Málaga por teléfono, me vino a la mente como un fogonazo, recuerdos de mi nefasta relación con la comida en la infancia-adolescencia.

Nunca olvidaré aquel día, obligada por una rutina del colegio, me tuvo que llevar mi madre a la endocrina. Recuerdo que estábamos en el bus y me dijo que tenía que dejar de comer y ponerme a dieta. Recuerdo el tono nervioso y amenazante. Luego estando en casa le dijo a mi padre que la doctora le habia dicho que podía afectar a mi crecimiento el estado de pre-obesidad.

Por supuesto mi padre le echo las culpas a mi madre por comprar tantos dulces y a mí por comérmelos ¡Si, mi padre el maltratador físico-psíquico-alcohólico!

Aun así, hasta los doce años, solía estar siempre en la calle, jugando al futbol, montando en bici o jugando a lo que tocara ese dia, con los otros niños, y no recuerdo comer a escondidas, aunque si era muy glotón cuando comía, pero eso no parecía ser un problema para nadie.

De los doce hacia adelante me mudé de barrio, perdí a mis amigos, mi padre estaba más violento que nunca, parece ser que debido a los problemas con las obras de la mudanza y lo pagaba con nosotros.

Ahí parece que comenzó todo; en la adolescencia. A menudo me escondía en los bolsillos de la bata en invierno, o debajo de la ropa interior en verano, dulces o frutos secos, pues para llevarlos de la cocina a mi cuarto, tenía que pasar forzosamente por el salón, donde solía estar mi padre. Por supuesto, en la cocina tenia que andar con "extremo" sigilo, para que no me escucharán ¡Pero como suenan los dichosos emboltorios de plastico, maldita sea! También recuerdo, y me han recordado en alguna ocasión después, el día que vomite por comerme de golpe varios paquetes de avellanas ¡Tal vez mi primer atracón!

Mi hermana ha sacado el tema en alguna ocasión, entre risas y sabiendo que no me afecta ,más allá de sentir vergüenza en diferido, como encontraron escondidos envoltorios de dulces debajo de la cama cuando hacían limpieza.

Recuerdo pasarlo muy mal a la hora de ir con mis padres a comprar ropa ¡Era toda una tragedia! Si había algo que disparaba la ansiedad en mí, era mirar los ojos de desaprobación de mi padre y escuchar sus reproches sobre mi gordura ¡Lo odiaba, quería que se muriera, y quería morirme yo también!

2 comentarios:

  1. Es duro pero reconfortante a la vez descubrir ciertas cosas del pasado. Ojalá hubiéramos descubierto antes el maravilloso mundo de Oa. Pero cada uno tiene su tiempo.

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  2. "¡Pero como suenan los dichosos emboltorios de plastico, maldita sea!" jajajaj cuántas veces habré pensado eso yo!

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